Fiestas de la calle de San Sebastían - SanSe

Es un evento anual reconocido internacionalmente. Consiste en una tradicción puertorriqueña familiar en donde artesanos y artistas se presentan en grande para que el pueblo y los turistas  celebren con entusiasmos la cultura puertorriqueña tanto de día como en la noche. Exponiendo nuestro folklore luego de culminar la navidad, que en Puerto Rico se terminan ocho días después de los Reyes Magos (6 de enero), a este lapso se le llaman las octavitas. 

Las calles además de la de San Sebastian se abarrota de gente al punto de que se dificulta caminar entre la muchedumbre. Esto sucede en gran parte del Viejo San Juan. Hay varias estaciones de comida típica y bebidas como también algunas tarimas en puntos estratégicos de la ciudad para la presentación de los artistas. Se encuentra muchas carpas con mesas en donde los artesanos muestran y venden sus hermosas obras de arte.

2020
 Hombre ilustre: Pedro Albizu Campos
 Cabezudos


 Pleneros


 Protesta en la calle Fortaleza







 Solidarios con los hermanos del Sur (Terremoto)
 Transportación disponible $5.00p/p ida y vuelta



2016-2017




Videos


En la noche


 Comida típica - Bacalaito frito, alcapurrias, empanadillas, rellenos, etc.
 Artesanía en madera









Pero sabias que... 

El nombre "Sebastián" significa: "Digno de respeto. Venerable". Sebastián nació en Narbona (Francia), el año 256, en el seno de una familia militar, noble y cristiana, y se educó en Milán, Italia, para seguir la carrera militar de su padre.

Marchó a Roma, donde ya se hacía insoportable la persecución contra los cristianos por causa de la fe, para confortar y ayudar a los seguidores de Jesús de Nazaret. Una vez, un mártir estaba para desanimarse a causa de las lágrimas de sus familiares, pero el militar Sebastián lo animó a ofrecer su vida por Jesucristo, y así aquel creyente obtuvo el glorioso martirio.

El emperador Diocleciano nombró a Sebastián capitán de la primera unidad o cohorte de la guardia pretoriana que tenía como misión escoltar y proteger a los emperadores romanos. Era muy respetado por todos y apreciado por los emperadores Maximiano y Diocleciano, que no estaban enterados aún de que Sebastián era cristiano.

Cumplía con sus deberes y la disciplina militar, pero no participaba en los sacrificios a los ídolos. Aprovechaba su cargo para visitar, auxiliar y animar a los cristianos encarcelados por causa de Cristo. Sin embargo, esta situación no podía durar mucho, y finalmente fue denunciado al emperador Maximiano.

Maximiano lo llamó y le dio a escoger: dejar de ser cristiano y ser ascendido en el ejército, o ser degradado de sus cargos. Lo obligó a escoger entre ser su soldado de confianza o seguir a Jesucristo. El santo, que había hecho su confirmación sacramental, escogió permanecer fiel a Cristo.

Contrariado, el emperador lo amenazó de muerte, pero San Sebastián se mantuvo firme en su fe. Enfurecido, Maximiano lo condenó a morir a flechazos: los soldados del emperador lo llevaron al estadio, lo desnudaron, lo ataron a un poste y lanzaron sobre él una lluvia de saetas, retirándose después al darlo por muerto. 

   Sin embargo, sus amigos que fueron testigos a distancia, se acercaron, y al verlo todavía con vida, lo llevaron a casa de una noble cristiana romana, llamada Irene, que lo mantuvo escondido en su casa y le curó las heridas hasta que quedó restablecido.

   Sus compañeros le aconsejaron que huyera de Roma, pero el santo se negó pues su corazón se sintió impulsado a proclamar abiertamente y más fuerza al Rey de reyes y Señor de señores. Se presentó con valentía ante el mismo emperador que lo miró desconcertado, porque lo daba por muerto, y el santo le reprochó con energía su conducta por perseguir a los cristianos.

   Murió en el año 288, en Roma. Maximiano, en su dureza de corazón, mandó que lo azotaran hasta morir, y los soldados cumplieron esta vez sin errores la misión y tiraron su cuerpo en un lodazal. Los cristianos lo recogieron y lo enterraron en la Vía Apia, en la célebre catacumba que lleva el nombre de San Sebastián, en el lugar donde hoy se levanta la basílica que también lleva su nombre.

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